martes, 21 de febrero de 2012

Identidad nacional y el modernismo como revolución

Mucho se habla del sentimiento de nacionalidad que caracterizaba en gran parte a los modernistas, pero para entender esto me parece adecuado profundizar un poco sobre lo que es la identidad nacional.
   Para entendernos a nosotros mismos como nación, debemos recordar que hace no mucho tiempo los  europeos llegaron a nuestro continente. Necesitaban la mano de obra, y no mataron a todos los nativos pero tenían la labor de domesticarnos, volvernos bestias de carga, explotándonos, obligándonos a cultivar la tierra para ellos y robando nuestros tesoros. Pero nos trataron como si no fuéramos humanos, siendo que lo que encontraron acá fue una civilización bien conformada. Con violencia, imponiéndonos miedo trataron de liquidar nuestras tradiciones, los diferentes estados prehispánicos, la variedad de las raza, incluso nos impusieron su lengua, la fe cristiana y la monarquía. Al aplastar toda nuestra cultura, nos dejaron desprotegidos, pero encontramos un respaldo en la religión cristiana. América empezó siendo una idea ajena, éramos el “nuevo mundo”, mundo que no tiene pasado, lo que según Octavio paz es un mundo con poca realidad porque no tiene nada más que el porvenir. Al leer a Fanon reconocemos que al igual que en África así es como arranca la historia de México y la de cada mexicano.  Modificaron nuestra cultura pero no ganaron su objetivo utópico de volvernos una “raza inferior”, sembraron en nuestra sangre recuerdos imborrables de maltrato he injusticia que generaron una rabia volcánica y un odio que fueron las únicas armas para darnos fuerza de luchar en contra el régimen.
   En el prologo de “Los condenados de la tierra” de Fanon, Sartre nos dice metafóricamente que nuestra violencia y odio actuales son el reflejo en el espejo del propio furor de los europeos que se dispara contra ellos. Así, debido al efecto del espejo, es como nace en el hombre colonizado el sentimiento revolucionario. No le importa perecer en el intento y que otros gocen de su victoria, su corazón está cansado, pero esta fatiga es la fuerza que reúne para tener valor y aceptar que a partir de su vigor nazca una generación de mejor calidad. Esta utopía sólo podía ser viable con la acción revolucionaria. Octavio Paz dice en “El laberinto de la soledad”156, FCE, 2004: La noción mítica de una “edad de oro” interviene aquí: hubo una vez, en alguna parte del mundo y en algún momento de la Historia, un estado social que permitía al hombre expresarse y realizarse. Esa edad prefigura y profetiza la nueva que el revolucionario se propone crear.
   No somos los creadores de nosotros mismos, a partir de la colonia nos volvimos una creación premeditada de ellos, por eso José Martí, el analista más perspicaz de la escena americana contemporánea, observó que los hispanoamericanos del XIX estaban hechizados por la cultura del Otro “Éramos –lamentó- una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España... Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza”(Schulman, Ivan, La vigencia del modernismo, siglo XXI, México,2002, pág. 13)
   Así que el hombre únicamente podrá ser él mismo cuando se halle en una sociedad revolucionaria. Gracias a la Revolución el mexicano quiere reconciliarse con su historia y con su origen. Con la revolución pasa lo mismo que con el modernismo, pues como dice Schulman:

También se ha revisionado el modernismo como “un movimiento de libertad”; y se ha replanteado el “fenómeno modernista” en términos de una organización textual generada en la Época Moderna cuyas modalidades se insertan en el flujo vacilante de narraciones de signo estético, estilístico, socioeconómico, anticolonial y antimperialista de la modernidad y de la posmodernidad.

  Cuando los españoles llegaron a Mesoamérica se encontraron con una sociedad civilizada impregnada de religión y refinamiento. Sin embargo, estaban empeñados en crear una unidad de pluralidad cultural y política.
   Cuando España llegó a América era una nación medieval, por lo que muchos de los que establecieron la colonia eran medievales, sin embargo ya habían asimilado las formas artísticas de poesía, pintura, arquitectura y filosofía que el Renacimiento había generado. Estas tendencias son las que fueron traídas desde Europa a América, dice Paz: “La tradición española que heredamos los hispanoamericanos es la que en España misma ha sido vista con desconfianza o desdén: la de los heterodoxos, abiertos hacia Italia o hacia Francia”. La enajenación colonial acrecentó la enajenación religiosa. De esto también habla Fernando Benitez en “El libro de los desastres”, nos dice que el arte religioso era el dominante pues esta fue la vía del mexicano para expresar a su manera su espiritualidad, y que:

De la avalancha de estilos que cayó sobre la Nueva España en el siglo XVI –gótico, plateresco, renacentista- el genio del mexicano se manifestó en ese arte y lo hizo propio. Fue más que un estilo: un estado de ánimo, la vía real donde caminó y pudo expresar su espiritualidad, su manera de rendir culto a los dioses.

   La Nueva España del siglo XVI comenzó a construir en forma incesante por lo que se estableció una competencia de vanidades exaltadas, es gracias a esto que se dan las iglesias, los monasterios y mansiones espléndidas. Aún así, el auge económico inició en la segunda mitad del siglo XVII que giraba alrededor de una Nobleza muy particular –casi todos hijos de inmigrantes españoles, o sus hijos criollos-, para este auge se trabajó la minería, los magueyes, los criaderos, la agricultura los mercados, pulquerías, etc. Hubo demasiado derroche y endeudamientos.
   Pero, ¿Qué somos y como realizaremos eso que somos? Nacimos en los albores del los tiempos modernos, pero el momento en que adquirimos conciencia de nuestra singularidad es el momento en que dejamos de ser un reflejo de los españoles. Esto sucede a finales del siglo XIX, lo podemos observar en la literatura, con los poetas modernistas, son estos los que rompen con un modelo impuesto por la península ibérica. Los modernistas fueron quienes tuvieron realmente conciencia de su singularidad histórica, dejando de ser una rama del tronco español. “Ruptura y fusión: el movimiento modernista, iniciado en América por Darío y un grupo de poetas hispanoamericanos, llegó pronto a España y la conquistó”.   

Se trata de la persistencia de un poder generativo cuyo signo fundamental es la metamorfosis, frente a la cual el sujeto unitario y autónomo formula narraciones emancipadoras y revolucionarias. (Schulman, Ivan. La vigencia del modernismo, pág. 22).

   La literatura refleja el carácter de las naciones porque hay una unidad en nuestras letras,  pero sin embargo la literatura no tiene nacionalidad. Al pensar en identidad nacional pienso en eso, pues es indudable que existan rasgos que nos unen entre habitantes de una nación pero el hecho de que haya divisiones de propiedades entre los países es otra cosa y no siempre trae buenas consecuencias, por ejemplo la guerra. Sin embargo entre los modernistas la identidad nacional era necesaria por un lado para marcar sus textos y separarlos de las rutinarias expresiones académicas anteriores, y por otro lado para explorar los espacios espirituales de su existencia individual y nacional como eje del mundo en lugar de los espacios de un mundo preordenado y jerárquico.



Escrito por: Hipatía Elfen Lied

lunes, 20 de febrero de 2012

Modernismo: algo más que modernidad

Modernismo no es lo mismo que moderno. Lo moderno son los usos y costumbres de hoy, un hoy que no se parece al de ayer y necesariamente diferirá del mañana, dice José Emilio Pacheco.
   Entendiendo de esta forma al modernismo y viéndolo desde el punto de vista del contexto social mexicano caeríamos en la cuenta de que lo moderno de hoy en día tiene que ver con la tecnología. Y mucho se dice que nuestra tecnología ha avanzado a gran velocidad en los últimos ochenta años:
    La televisión, la computadora, el teléfono celular, los cajeros automáticos, La tarjeta de crédito (1950), La tarjeta inteligente (1974), el Internet, el chip (1958), el láser (1961), los juegos de vídeo, el satélite, etc. Son inventos del último siglo con los que la gente globalizada de hoy interactuamos constantemente desde la última década sin ni siquiera ahondar en este hecho.
Algunos me dirán que no todas las personas utilizan estos servicios, tal vez no todos tengamos tarjeta de crédito por ejemplo, pero a lo que me refiero es que el hecho de que la mayoría de las personas que nos rodean las utilicen nos involucran en tanto que modifican nuestra sociedad económicamente y en otros sentidos.
    Estos mismos inventos se están actualizando a cada rato por la gran necesidad y competencia comercial que los impulsa a innovarse. Esto pasa especialmente con los celulares, las computadoras, el cine y los automóviles. Ahora con la salida del Black Berry y el Iphone, jóvenes, adultos e incluso niños nos sentimos a la vanguardia, pero en lo que realmente parecemos estar es en un constante hipnotismo. Debo aclarar primero que soy una aficionada de la tecnología, el punto aquí es que pienso que necesitamos un balance, un equilibrio de la tecnología con algo más. Ese algo más es la reflexión.
 De 100 jóvenes que utilizan la tecnología, ¿Cuántos de ellos saben cómo hacerla? ¿Cuántos de ellos saben quién las fabricó y por qué? Y lo qué me parece más importante ¿Cuántos de ellos utilizan la tecnología para algo más que no sea uno mismo? ¿Cuántos jóvenes utilizamos la tecnología para algo más que no sea chatear y chismear en el msn y el facebook? En fin, ¿nosotros manejamos la tecnología o la tecnología nos maneja a nosotros? La verdad es que la información más importante no la vamos a encontrar tan fácilmente en la televisión abierta, ni en el facebook (aunque podría ser utilizado para eso), ni tampoco nos van a enviar un pin para abrirnos los ojos. Debemos convertirnos en lectores y ser exigentes en lo que leemos. Lo importante no es la acción de leer, sino lo que la lectura nos ofrece. Por eso también es importante que aprendamos a leer el mundo con nuestros propios sentidos y nos volvamos seres críticos de la realidad. De eso se trata reflexionar. Se trata de cuestionarnos los hechos que nos rodean y para eso es importante leer e informarnos de lo que ha pasado antes, leer las opiniones de personas que pasaron su vida reflexionando y dando su postura sobre las distintas realidades que hay. Porque de hecho hay distintas realidades, la realidad es cambiante, nosotros mismos la creamos.
   En efecto, si leyéramos… si el mexicano fuera más dado a la lectura y al conocimiento, México fuera otro. Quizás México ya se hubiera deslindado de las ataduras que nos pone Estados Unidos.
   No dejo de preguntarme también, ¿La tecnología que tenemos en nuestras manos es la más adecuada? ¿Es la más avanzada? ¿Qué pasaría si en vez de tener celulares y chats, los jóvenes mexicanos estuviéramos trabajando en proyectos avanzados de física o de robótica? ¿Qué pasaría si en vez de ver las telenovelas que siempre tienen los mismos argumentos estuviéramos escribiendo libros y debatiendo posturas teóricas y filosóficas? Yo creo que definitivamente pasarían muchas cosas, pero algo que sería un hecho es que no habría tanta pobreza ni tanta ignorancia, por lo tanto no habría tanta delincuencia y no dependeríamos de gobernantes que no tienen la capacidad para hacer que México progrese en el verdadero sentido de la palabra. Pero ojalá Estados Unidos no tuviera el dominio que tiene sobre México, pues su poder es tan grande que tenemos prohibido crear tecnología. Y con respecto a publicaciones de libros, no sacamos el verdadero provecho que podríamos sacar ya que las patentes son difíciles de obtener en México.
   Preguntas de este tipo se generaban entre los modernistas, por eso en este movimiento abundan las preocupaciones ideológicas y filosóficas nacidas del caos creado por el proceso de la modernización, textos de sondeo sociocultural, o de comentario político y económic ya que no todo se trataba de vanguardia literaria en cuanto a forma y estética. Los modernistas hicieron revolucionar la literatura. Esto sucedió en América Latina durante las dos últimas décadas del XIX, posteriormente se extendió a España.
   Otra de las características positivas que tuvo el modernismo es como lo explica Federico Onís: El modernismo significa la incorporación de América a la literatura universal, el logro de su independencia literaria –comienzo y origen del gran desarrollo posterior de las letras hispánicas- el principio de su influencia en España y la transformación más profunda de la poesía española desde Garcilaso.
                                                            
                                                                                   
                             Escrito por: Hipatia Elfen Lied

miércoles, 15 de febrero de 2012

El primer pedal de la Bicicleta (o de qué se trata esto)

 Todo nace de pensarse. No hay movimiento artístico que no se haya pensado en diversas mentes; que no se haya visto con diversos ojos. Y aquí, en esta ciudad, nace una fascinante idea. Idea que empieza de esa condición pensada y repensada; vista desde esa joven mirada, armada con pensamientos ávidos de eco e impulso para trascender la alborada de un siglo que comienza.
      He acá un grupo de jóvenes finiseculares que emprende un viaje literario fundado en la lectura del mudo de otros jóvenes que ya fueron, los del extinto Modernismo, los del otrora siglo XX, hispanoamericanos todos. Prestada su idea, tomada la junta, partamos, dicen, hacia el mismo rumbo de aquéllos.
      Se trata entonces de un experimento literario que seguramente fraguará  en textos interesantes, intensos y frescos, y seguramente nutridos de historias e ideas literarias que atraparán el interés de aquel lector extraviado en el ciber-espacio de estos rumbos meridionales.  Definitivamente necesitamos leer nuestra historia literaria para trazarla de nuevo, con rumbo y dirección, que la lleve de vuelta al lugar que alguna vez tuvo, que alguna vez fue. Romper con esquemas, establecer nuevas metas, proyectar nuevos alcances, requiere de una verdadera osadía, de una verdadera entrega y de un verdadero amor. Pero todo eso sería inútil si no se forja primero una base que cimiente ese impulso, que soporte esa búsqueda. Una base, desde luego, lectora, real y dominada en virtud de nuestro intento, de nuestro sueño. Pero siempre con un fundamento verdadero y auténtico que nazca del saber que hoy nos exige, nos falta y reclama.
      Y ellos, los de séptimo semestre, mis alumnos, mis amigos quieren leerla y releerla para apropiarse de ella, trasladarla en el tiempo y el espacio hasta ésta, su realidad y así poder pensar entonces en el siguiente momento. Diseñar una estrategia, para lanzarse a la aventura de vivir, juntos, su revuelta cultural que una y armonice esas diferentes miradas suyas, ansiosas de raíces, de palabras guía y nuevas; de ejemplos que porten una bandera de libertad cultural, limpia de firmas y modas seudo-altruistas, de canciones ajenas, donde lo propio resurja con fuerza para danzar con sandalias de piel y huipiles en medio de la plaza. Donde nuestra lengua y la de todos sea una que enseñe, que guíe y dé vida; de lo contrario y así en su momento preciso, llorarán de tarde junto al perenne Darío: 
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer. 
Mario Alberto Castillo González
Docente Humanidades-UNACH. Tuxtla Gutiérrez. Chiapas. Febrero de 2012