jueves, 15 de marzo de 2012

El teatro modernista hispanoamericano

 
“La palabra, en el teatro se le expone
Desarmada y reconciliada, juega el papel
De verdad enmascarada.”


El poeta y escritor Max Henriquez Ureña dijo  en su Breve historia del modernismo, que la contribución de la  literatura hispanoamericana al viejo continente había sido solo un retorno de los galeotes modernistas, es decir, poco había sido el impacto de las obras teatrales de escritores hispanoamericanos en Europa y sin embargo muchas de estas se habían representado ya desde 1888. La publicación de Azul de Rubén Darío, había marcado el inicio del modernismo en América, el romanticismo había seguido imperando en las composiciones y en el teatro,  José Zorrilla con el teatro peninsular en España había influenciado en escritores como Echegaray, Tamayo y Baus, repercusiones que llegarían hasta costas americanas con los dramas de José Martí, Enrique Larreta,  así como Amado Nervo, Manuel José Othon, Roberto J. Payró y Federico Gamboa.  El realismo y naturalismo de Zola y Dumas, el romanticismo lirico del Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand, el drama social de Ibsen, el teatro del absurdo de Alfred Jarry y los dramas de Strindberg. Asi como el simbolismo poético de Maeterlink invadían la escena y recorrían a velocidad incierta tierras americanas en los que era ávidamente leídos y representados. Muchos de ellos dictaron el canon dentro del la literatura hispanoamericana, como el caso de la dramaturgia romántica de Zorrilla que retoma el mexicano José Peón y Contreras con el Castigo de Dios y Maria la loca (1870-1874). Junto a este romanticismo tardío surgió el teatro de intereses social  con el escritor cubano, naturalista José de Armas y Cárdenas en sus Triunfadores  (1895).
En México Federico Gamboa y su hermano José Joaquín, escribieron  la obra de crítica social  la Venguanza de la Gleba (1905), la última campaña y entre hermanos (1899), estas últimas obras de Federico.  Sin embargo las exigencias históricas de la época, no sustentaron estas obras que quedaron relegas a meros dramas rurales, sin mayor transcendencia.  Esto puede llevarnos  a creer que  el teatro hispanoamericano solo contribuye a ser expresión de lo regional, trama que está impregnada de lenguaje lugareño, de modismos que no contribuyen a la literatura universal. No obstante aceptar lo anterior seria  darle un lugar equívoco a la literatura hispanoamericana. Recordemos que hubieron grandes genios del drama como el uruguayo Florencio Sánchez con obras como M´hijo el dotor y Barranca abajo, con influencias del teatro realista-naturalista francés, siempre bajo la óptica del criollaje y la dignidad, sobre la crisis del gaucho al tratar de convertirse en citadino, temáticas que problematizaban  la crítica de la sociedad rioplatense. Mientras las obras de Sánchez tenían gran aceptación entre el pueblo que se dedicaba en gran parte al obreraje, el modernismo, como había postulado Rubén Darío, había sido el tiempo en que el escritor hispanoamericano se sintió por primera vez influyente en el mundo cultural de su lengua, había experimentado un cambio en las artes y en las letras, cambio que en el teatro no repercutiría con la misma certeza y sin embargo, a partir de estas obras teatrales: sainetes, entremés, zarzuelas, comedia, tragedia.. etc. Se incorporo una nueva perspectiva: el teatro ya no es el arte del placer y del deleite, sino el testimonio de una sociedad que necesita mostrarse y ser representada.


                                                                                                       Escrito por: kurda Baéz

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