miércoles, 14 de marzo de 2012

La música y el modernismo

La música y las fiestas.

Entre las fiestas y la música hay una inmemorial amistad. Los antiguos poetas anglosajones daban a las arpas el nombre de “madera del júbilo” o de “madera de las fiestas”. El lenguaje común basta para las ocasiones comunes, pero cuando se trata de algo esencial; cuando alguien tiene que decir que está enamorado o cuando quiere declarar su gratitud y su maravilla por la milagrosa circunstancia de que Dios haya resuelto alguna vez nacer como un hombre y morir en la cruz como un culpable, entonces debe recurrir a la música o a esa otra música menor, que es el verso.
*Borges Jorge Luis, en Nota, Revista Bimestral, Música y Comentarios de Arte, Buenos Aires, Año ll, Nº 13, noviembre-diciembre de 1959.


Introducción y panorama histórico.

Para Baudelaire, la esencia espiritual del arte está en la musicalidad. Los modernistas heredarán una basta cultura de los simbolistas, la correlación entre las distintas artes música-poesía, música-pintura.
Cada pensamiento, cada sentimiento, en el dominio plástico, musical o poético, tiene su melodía propia, según las particularidades de la individualidad que capte la tensura de sus vibraciones y establezca sus correspondencias.
La naturaleza musical de la poesía se acentúa en las manifestaciones románticas. La poesía como la creación rítmica de la belleza. Tendremos en Édgar Alan Poe buena simbiosis entre poesía y música, en Ulalume el sujeto se esfuma en musicalidades.Y será musicalidad como la frase de Salmos 16: 5,6… Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado… Es decir, Poe y todo buen poeta sabe cómo afinar la lira olvidada por Orfeo en los recuerdos de sus lectores. Revive en toda naturaleza humana esos elementos imprecisables. La musicalidad en la poesía se logra con la búsqueda del poeta por las equivalencias de forma y fondo. Así se obtiene la melodía: combinación del ritmo y la armonía.

Música… ¿moderna?

Compositores más jóvenes, como José Rolón (1876-1945) y Manuel M. Ponce (1882-1948), continuaron con un estilo más bien romántico, pero poco a poco transitaron —también por influencia europea— hacia un lenguaje modernista que exploraba por primera vez las combinaciones politonales y neomodales, aunque con un sentido tradicional del empleo de los instrumentos. A Ponce se debe, en particular, parte del repertorio mexicano más representativo de la época, para piano y para guitarra, instrumento al que contribuyó en su desarrollo moderno gracias a una directa colaboración con el concertista español Andrés Segovia. El primer compositor mexicano que emprendió investigaciones dirigidas a la organización tonal y la división de la escala en intervalos más pequeños que el semitono, fue Julián Carrillo (1875-1965), que escribió numerosos tratados musicales y publicó su teoría con el nombre de Sonido 13. Para él, los sonidos se pueden dividir en mitades de semitono (cuartos), mitades de mitades de semitono (octavos), etc., pero también en cualquier otra fracción racional (sextos, novenos, treceavos, etc.), y por ello creó también sus propios instrumentos musicales (pianos y arpas, especialmente) y compuso un amplio repertorio. Asimismo, compuso obras microtonales para coro y cuatro óperas. Augusto Novaro fue un compositor y teórico que igualmente indagó en las posibilidades del microtonalismo, aunque su labor es mucho menos difundida, estudiada y reconocida. Al mismo tiempo, en un ambiente cultural que buscaba encontrar y exaltar las raíces nacionales mexicanas, posterior al triunfo de la revolución mexicana, nació una corriente de compositores nacionalistas que crearon con base en temas musicales folclóricos y populares. Algunos de ellos combinaron estos temas con técnicas modernas, como polirritmia, modalismo y atonalismo. Los compositores más sobresalientes de este periodo son Candelario Huízar (1883-1970) —que produjo obras de marcado estilo mexicano, pero sin recurrir a la cita textual de temas populares—, Carlos Chávez (1899-1978) —cabeza visible del movimiento nacionalista y creador de la Orquesta Sinfónica de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes— y Silvestre Revueltas (1899-1940) —considerado frecuentemente como el compositor más representativo y con más talento de su generación. También destaca el llamado «Grupo de los cuatro», formado por Blas Galindo (1910-93), quien utilizó temas tradicionales como los sones de mariachi y que dejó también un amplio catálogo de música politonal y atonal; José Pablo Moncayo (1912-58) quien utilizó sones tradicionales veracruzanos para crear una de las obras sinfónicas mexicanas más conocidas, Huapango (1940); Salvador Contreras (1910-82), autor de música sinfónica y de cámara, tonal y después atonal, en un estilo más personal y desarrollado. Paulino Paredes (1913-1957) es conocido por su poema sinfónico Cañón Huasteca (1956), un ejemplo de tardío impresionismo descriptivo. Otros compositores de ésta época son Eduardo Hernández Moncada (1899-1995), Luis Sandi (1905-96) y Miguel Bernal Jiménez (1910-56).

Escrito por: Pipila

1 comentario:

  1. Desde siempre la música ha sido directriz entre el hombre y el lenguaje, entre el símbolo y la forma. Desde tiempos bíblicos y helénicos, ha sido elemento imprescindible de la expresión sublime, subjetiva, preponderantemente excelsa, de ahí que los románticos aseguraran que era el arte más fidedigno, no era más que el contacto fiel del espíritu y la idea. El uso de las aliteraciones y la sinestesia fortalecieron la estructura sonora que complementan el significado de la obra poética de la historia. El Poeta siempre emulando o buscando la musicalidad de la palabra, que es intrínseca, pero en su pretensión dialéctica a veces se pierde.

    Muy buen texto. Felicidades.Saludos.

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