miércoles, 16 de mayo de 2012

EL MODERNISMO MEXICANO A TRAVÉS DE SUS POLÉMICAS



Revista azul
Positivismo y decadentismo

Por: Kurda Baéz

La revista azul fue una de las revistas más destacadas del siglo XIX en América. Portadora de la voz del movimiento modernista, dio a conocer las primeras gestaciones del movimiento literario. Fundada por Manuel Gutiérrez Nájera y Carlos Díaz Dufoo el 6 de mayo de 1894, fue la primera publicación periódica del modernismo en México.  La revista se convirtió en receptáculo de los discursos y contradiscursos generados entre liberales y conservadores, sosteniendo así, una posición ambigua frente a la política y a la cultura del porfirismo. Dentro del eclecticismo característico del modernismo hispanoamericano podemos distinguir dos etapas, el positivismo y el decadentismo, dictados por la influencia estética europea. Ya en la década de 1870, Hispanoamérica intentaba entrar a la modernidad por medio de la industrialización. El positivismo de origen Francés encuentra confluencia en México con la introducción de este por Gabino Barreda, quien aplico sus postulados a la economía y a las ciencias para desarrollo del país. Pensadores modernistas como José Martí, Manuel Gutiérrez Nájera, entre otros, renovaron el panorama literario por medio de la prosa: cuento, ensayo, crónica y poesía; en su mayoría influenciado por escritores franceses asociados al modernismo. No obstante esta selección, presentación e interpretación de la literatura occidental, evidencia la manera en que el decadentismo y el positivismo se integraron a México para responder a las necesidades de orden y progreso.

               En torno a estas perspectivas la revista publico posturas contrarias y algunas veces subversivas respecto al panorama nacional. Escritos de Justo Sierra, Nájera, Nervo, Tablada, Victoriano Salado (…); significaron una ruptura con los antiguos ideales conservadores del porfirismo. La primera polémica es suscitada por Gutiérrez Nájera con El arte y el materialismo, en el cual defendió el amor y el espíritu del artista frente al escepticismo y el materialismo, enalteciendo los principios modernos  de incertidumbre religiosa,  el erotismo, el ideal de la nueva mujer y el hombre decadente, para evitar que la objetividad, cientificista y materialista, esclavizara la imagen, el sentimentalismo y el ideal de belleza como búsqueda suprema sobre la realidad.  En el ámbito del arte. El decadentismo constituyó una reflexión sobre el progreso y los cambios acarreados por la modernización tecnológica y científica, la disolución entre realidad exterior e interior, reflejado en el imaginario narcisista decadente. Inauguro una visión subjetivista y a moral en relación al ámbito social, de aquí que el decadentismo haya sido objeto de una implacable censura por parte de ciertos núcleos burgueses conservadores y utilitaristas que establecieron una relación univoca entre el progreso positivista y el arte.

               Las colaboraciones de Gutiérrez Nájera en la revista azul y las publicaciones de Díaz Dufoo (ambos fundadores de la misma) ejemplifican la recepción que tuvo el decadentismo y el positivismo europeo, Dufoo opinó como Oscar Wilde que el arte es completamente inútil y estas prácticas antiutilitaristas se oponen al positivismo oficial. También afirmó que el concepto de literatura nacional, está relacionado con la incertidumbre ontológica que caracteriza al arte decadente europeo y del que México era participe si creía en su modernidad. El arte moderno es ante todo, testimonio de la crisis espiritual que el positivismo había traído consigo. El modernismo proponía el intercambio cultural, pese a su eclecticismo, fungió como una base intelectual para la misión modernizadora, que optaba por un conocimiento integral, en que todas las artes y las ciencias podían confluir sin que se relegara unas a otras, sin hacer distinciones, sociales, políticas y religiosas. Se pretendía humanizar la práctica materialista y la industrialización por medio de la libre expresión. Así la estética decadentista constituyó un doble antifaz que permitía a los modernistas ser enjuiciadores y a la vez rectificadores del progreso nacional, producto de los excesos y las teorías positivistas que sostenían la ideología del porfiriato. 


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