sábado, 12 de mayo de 2012

Modernismo en la novela


El modernismo destaca las características de la corriente literaria romántica, “la individualidad desmesurada; sentimiento de soledoso, de la nocturnas, de lo funéreo, de la imitación del paisaje o climas forasteros, pasión irrecíproca por la vida y por la muerte…”.

Los modernistas rompen con los estereotipos que se habían venido fabricando del típico personaje rural, situando a éste en el ámbito de la ciudad con los complejos del mismo. 

            El héroe modernista se torna un sujeto en crisis, neurasténico. Su obsesiva búsqueda             interior es la búsqueda de una cultura y una sensibilidad opuestas a la barbarie de su            país...” (D. Bohórquez)

          El modernista se demuestra al descubierto en esta búsqueda de identidad.

          La tendencia modernista se desplazó en todas las artes posibles; en los géneros literarios es en la poesía donde mayor fruto logró, sin embargo también en la novela y como ya decía Alfonso González el modernista relucía las pasiones, el erotismo.

          La novela comienza a explorar todo un imaginario de lo sensoria, nuevas        emociones y percepciones del cuerpo, todo un amplio registro del deseo…” (D.        Bohórquez)

          Un ejemplo de novela es la de El enemigo (1900) de Rebolledo, en el cual luce este tipo de imágenes, los sueños del protagonista, por ejemplo.

            Sus noches eran un hervidero de pesadillas sensuales: apenas se comenzaba a             dormir veía en la sombra a una odalisca pellizcando las cuerdas de un arpa, miraba a mil cupidillos vertiendo perfumes en abrasadas pebeteras, y al son del arpa saliendo de    todas partes rondas de impuras mujeres: unas completamente desnudas, otras más           inquietantes aún, cubiertas con velos sutiles como telas de araña, y todas perezosas,    indolentes, provocativas, torciendo sus cuerpos en inverosímiles escorzos, desatadas    las cabelleras, incitantes las bocas, coléricos los granates de los senos; bailando; incitando los apetitos, hasta que el despertar los hacía huir por entre las sombras          cadereando…”  (pg. 6)

          Rebolledo inicia con estas imágenes continuando la historia con una limpia en el protagónico que no logra. Gabriel al intentar desviarse de esos impulsos hace de una jovencita la imagen que él pronto ha de anhelar. La lleva por las sendas para que conozca a Sor Juana Inés, Navarrete, entre otros, ella llega a ser un objeto de deseo tan anhelado que al llegar a su perfección, el deseo le quema por poseerla.

            Detrás de ellos entreabría sus alas la puerta de la alcoba, y en aquel instante, como un             relámpago en la inmensidad de la noche, cruzó su conciencia un trágico pensamiento;             sintió una ansia infinita de posesión; cayó en su espíritu la profanación como una             lágrima venenosa.
            ¡Qué delicia!, ¡qué filtro tan embriagante el del sacrilegio! Poseer a aquella virgen pura             como una hostia en aquel recinto, silencioso y solitario como un templo. (pg. 40)

          Como menciona Allen W. Phillips, Gabriel es un sujeto con características modernistas “es una de las víctimas de aquellas aguas monstruosas. Es un tipo raro y diferente, solitario y sin afecto, que vive entregado a sus deseos e instintos sexuales…” Gabriel tiene virtudes y vicios, como todo hombre, aunque haya querido cambiar su posesión de carne por la espiritual, él al final no lo logra y resulta que le invade el deseo carnal y posee a de manera violenta a Clara. Que después de haberla violado se va puesto que su obra finaliza en ese encuentro.

          Rebolledo, aparte de esta novela escribió otras tres más, que se consideran igual dentro del modernismo: Hojas de bambú (1910), Salamandra y Saga de Sigrida la blonda.

Por: Florencio Ariza

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