martes, 15 de mayo de 2012

PROYECCIÓN UNIVERSAL DE LA LITERATURA: EL MODERNISMO


Los vientos renovadores del modernismo en el último cuarto del s. XIX significaron el primer logro colectivo de categoría universal alcanzado por las letras hispanoamericanas. Por añadidura, removieron completamente toda la literatura hispánica. Sobre todo por el flujo ambivalente de Rubén Darío (1867-1916), cuyas misiones diplomáticas y su existencia bohemia le llevaron a deambular por diversos países de América y de Europa, siendo fecundos en particular sus contactos con España. Figura central del movimiento, fue también quien mejor definió sus objetivos: desatar a la poesía de unas formas tradicionales que se había vuelto anquilosadas y encaminarse a la búsqueda de la belleza, tallada en lo sensorial, la luz, el color. Se estaba a un paso de concebir el arte puro, el arte por el arte.
Las experiencias técnicas con que se trato de encontrar lo puro, lo estético, lo nuevo, incluyeron desde el cosmopolitismo y el culto por lo exótico (el modernista quiso ceñirse a un arte atemporal, universal, evitando todo lo local, regional, coetáneo) al escapismo y al misticismo. Hubo una doble corriente de influencias: francesas (parnasianismo, de quienes recogió el afán de perfección a toda costa, simbolistas) y anglosajonas (Poe, Whitman). Y hubo el reclamo perentorio de un vacío que debía llenarse, el resultante de la filosofía positivista de August Comte. Ésta había minado las creencias antiguas, pero sin proporcionar otros sustitutivos que el progreso material, la deificación del bienestar. Los modernistas atendieron a poetizar debates y temas que eran independientes de tales preocupaciones materialistas, entre ellos la relación sexual, las ramificaciones carnales del amor, hasta entonces verdadero tabú en la literatura americana, igual que la española.
Una urdimbre subterránea la aporto el  fenómeno de frustración generalizado por las pequeñas burguesías en la República sudamericanas, cuyo tejido social se había ido diversificando a lo largo del s. XIX. Contra el código de valores impuesto por unas oligarquías dominantes en alianza con intereses extranjeros (los norteamericanos empezaban a sobreponer a los europeos) arremetió la propuesta modernista, en realidad cargada de nuevas proposiciones morales. El instrumento político, la literatura al servicio de la causa como en la etapa anterior, sino el puramente artístico.
Aunque se suele proponer 1880 como fecha de arranque del Modernismo, su atmósfera encontró un caldo de cultivo apropiado en una serie de poetas que habían echado la simiente con cierta anterioridad. En Cuba, los modos expresivos de José Martí (1853-1895) habían constituido una especie de idioma. Junto con su figura cabe alienar a Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895), en México; a José Asunción Silva (1865-1896) en Colombia (Los maderos de San Juan y Día de difuntos cuentan entre sus mejores poemas); y a otro cubano Julián del Casal 81863-1893), con una obra de extrema habilidad formal (Hojas al viento, 1890)

Esta plenitud se cifra entre 1888, fecha de la publicación de Azul por Rubén Darío (libro que reúne poemas y cuentos en prosa) y la Primera Guerra Mundial. Las otras dos obras fundamentales del escritor nicaragüense fueron Prosas profanas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905). Las posteriores comprendieron espléndidas composiciones, pero sin brillar en su conjunto a tamaña altura: pueden escogerse El canto errante (1907), Poemas del otoño y otros poemas (1910) Canto a la Argentina y otros poemas (1914). Esta producción rubeniana recuperó o inventó las más diversas combinaciones estróficas y rítmicas y un léxico nuevo de enorme eficacia plástica y musical.
Del cuantioso plantel de modernistas surgió en cada país bastará con la mención de los más sobresalientes. En México, el singular Salvador Díaz Mirón (1853-1928) renegó de sus encendidos versos revolucionarios en favor de las novedades del registro poético. También se encuentra el prolífico Amado Nervo (1870-1919) abandonó los lujos verbales y pintorescos de su primera etapa (Perlas negras, 1898; Jardines interiores, 1905) por una sencilla, transida de sentimiento religioso, que caracterizó sus años postreros (La amada inmóvil, El arquero divino, póstumos). En Perú destacaron José Santos Chocano (1875-1934), que fue quien mejor ilustró la desviación de causes modernistas hacia los temas del americanismo, en su pintura visual de la naturaleza, el indio y sus leyendas (Alma América, 1906), y José María Eugeren (1882-1942), creador de atmósferas cercanas al sueño. En Colombia, Guillermo Valencia (1873-1943) aportó un libro único, pero importante: Ritos (1898). En Bolivia, Ricardo Jaimes Freyre (1868-1933) y Gregorio Reynolds (1882-1948) cultivaron una experimentación casi de laboratorio (Los sueños son vida, 1917, y El cofre de Psiquis, respectivamente).

En este espacio se presenta un poema de Rubén Darío titulado: Lo fatal, este poema cierra el libro Cantos de vida y esperanza unas de sus obras más logradas, tras dos obras plenamente modernistas como fueron Azul y Prosas profanas.
Poema alejado del preciosismo esteticista que tanta fama dio a Rubén Darío, en él se canta la preocupación profunda del fin de la existencia, el terror a lo ignorado, un tema recurrente en su obra.

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
Y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,
Pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo.
Ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
Y el temor de haber sido y un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
Y sufrir por la vida y por la sombra y por

Lo que no conocemos y apenas sospechamos,
Y la carne que tienta con sus frescos racimos,
Y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡Y no saber adónde vamos,
Ni de dónde venimos!...

No hay comentarios:

Publicar un comentario